En esta propia sección un lector dijo, no hace mucho, que yo, “por mi origen” no era la persona más indicada para hablar de estos temas. Este mismísimo señor pretende ahora erigirse en una especie de “arquetipo de la argentinidad”: Pues bien, en una carta fechada el 26/11, rotulada “A la caza de Martín Fierro”, intenta ahora defender al contravertido personaje de José Hernández designándolo, entre otros epítetos, como “la verdadera semilla de lo nacional”, y exalta, a su vez, al legendario payador Santos Vega (”paladín de la patria”) quien, en una célebre payada, finalmente es vencido por Juan Sin Ropa (Juan Sin Ropa representa al inmigrante, para significar, simbólicamente, un individuo pobre, como por lo general eran los recién llegados, quienes, con su laboriosidad llevaron a cabo aquella notable transformación pampeana. Transformación que llegaría a convertir a nuestro país en uno de los grandes abastecedores del mundo. Contrariamente, Santos Vega encarna una época, un mundo primitivo de ser y vivir que se desmorona para siempre cuando es suplantado por el progreso, la cultura, la vida normal y fija, a la vez agitada y febril, de la civilización moderna. En la última parte de su libro (”Poesías”, 1900) Rafael Obligado narra aquella famosa payada con estos inspirados versos: “Juan Sin Ropa el forastero / comenzó por un ligero / dulce acorde que encantaba / y con voz que modulaba / blandamente los sonidos / cantó ‘tristes’ nunca oídos, / cantó ‘cielos’ no escuchados, / que llevaban, derramados, / la embriaguez a los sentidos”.... “Oyó Vega embelecido / aquel himno prodigioso / e, inclinando su rostro hermoso, / dijo -”Sé que me has vencido”... “Oh, qué voces levantadas / las que entonces se escucharon! / ¡Cuántos ecos despertaron / en la pampa misteriosa!”... “Era el grito poderoso / del progreso dado al viento / el solemne llamamiento / al combate más glorioso. / Era en medio del reposo / de la pampa ayer dormida, / la visión ennoblecida / del trabajo, antes no honrado/ la promesa del arado que abre cauces a la vida”. “Como un mágico espejismo/ al compás de ese concierto / mil ciudades el desierto/ levantaba de sí mismo “… “ Cuando cundió esta armonía/ que nos conmueve y asombra/ era ya Vega una sombra/ que allá en la noche se hundía”.

Arturo Garvich

Las Heras N° 632

San Miguel de Tucumán